viernes, 14 de junio de 2013

"De cómo volverse cinéfilo en menos de un mes"

Verano, tiempo de terraza y Marlboro, de amigos y risas, de amor y cine, de playa, paseo y pipas, nunca tres palabras nos habían gustado tanto. De los discos que nunca escuchamos pero siempre nos vienen a la mente cuando pensamos en él, que si aserejejadeje hasta el quítame la botella que más de una vez le hemos tenido que cantar a algún amigo. De chiringuitos de playa que nos hacen sentir por un momento que estamos en el Caribe, mojito en mano incluido. De promesas de viajes que rara vez cumplimos, quién no ha dicho alguna vez eso de: "De este año no pasa sin irnos de Interrail", y llega el verano y acabáis en la playa de Gandía, observando el tren turístico cual abuelo una obra, y saludando a los guiris como si nos fuese la vida en ello.
Pero qué leches, el verano está para aprovecharlo. En mi caso he decidido alimentar un poco la vena cinéfila que todos llevamos dentro y que sacamos de vez en cuando, aunque solo sea por un poco de postureo y por lo bien que queda decir que has visto Psicosis, aunque todas las demás de Hitchcock te suenen a chino mandarín y pienses que el McGuffin es el último menú de nuestro querido McDonalds.
Que queréis que os diga, pero para mi, no hay películas buenas o malas, sino películas que te hacen sentir y otras que no. Algunas que antes de saborearlas, te dejas llevar por las primeras impresiones, como cuando tu madre te compraba caramelos y tú soñabas pensando que eran grageas recién sacadas de la tienda de Fred y George en Hogsmade, pobres ilusos, pero al fin y al cabo esas expectativas que tenemos antes de cada nueva experiencia y que en muchas ocasiones, son más magia e imaginación que otra cosa. Y oye, tan felices.
Y si hablamos de cine y sentimientos, me quito el sombrero ante el cine francés. Nunca tantas películas han sido capaces de hacerme derramar tantas lágrimas y aclamar un oh lala! ante cada escena que derrocha sensibilidad. Si esque es la tierra de las pâtisseries, como no van a ser dulzones.
Y ahí va una lista de las mejores películas que he podido degustar en lo que llevamos de verano:

1. Les amants réguliers. (Los amantes habituales) Dirigida por Philippe Garrel y protagonizada por Louis Garrel y Clotilde Hesme, nos cuenta la historia de François, un joven poeta que apoya la revolución de mayo del 68 y que cada vez más contempla la política desde una actitud escéptica, pasa los días fumando opio en su habitación y escribiendo poemas dedicados a musas imaginarias, hasta que conoce a Lilie. Dichosa Lilie que se convertirá en su alimento y su enfermedad, en la persona que le hará ver la luz al final del túnel y a la vez, lo introducirá en lo más profundo de las tinieblas. El amor es lo único que les hace sentirse vivos ante el fracaso de la revolución y François que le confiesa que ya no piensa en la poesía, sólo piensa en ella. Ay Lilie, que afortunada fuiste, lo que daríamos algunas por un Garrel con el que pasear a orillas del Sena bajo las luces nocturnas de París.



2. Sauve qui peut. (Que se salve quien pueda, la vie.) Godard, bendito Godard. Maestro del cine experimental, de los cortes bruscos y de los aparentes sin-sentidos con más sentido que nunca. Del cine con mensaje, de A bout de soufflé y un largo etcétera. Por ser uno de los grandes de la nouvelle vague y por esta gran película. De extremos y perversiones sexuales. La película nos traslada a los últimos días de Paul Godard, realizador separado de su hija, Cecile y su mujer, Colette. Por si fuera poco, también está en medio de una ruptura con su novia, Denise. Godard experimenta con el método de la cámara lenta dejándonos imágenes congeladas y haciendo lo que le da la gana ante todo, que para eso uno es el rey de la nouvelle. Además, merece la pena también por los diálogos interiores de Denise, que oye, todos tenemos nuestros días de reflexión espiritual, pero esta mujer, se lleva la palma. Oye, es lo que tienen los escritores.
  
 
 3.  Masculin, féminin. Otro de los clásicos de Godard. Si es que no me canso. Esta vez Jean Pierre- Léaud, el niño prodigio de la nouvelle vague vuelve a la carga, después de una fantástica interpretación de Antoine Doinel en "Les quatre cents coups" de Truffaut, aquí ya lo vemos más crecidito interpretando a Paul, un romántico e idealista jóven, socialista y buscador del eterno sentido de la vida, que de la noche a la mañana se enamora de la sensual Madeleine (Chantal Goya), estrella del pop, dejándonos algunas de las escenas más bonitas del cine, diálogos en los que Paul hace entrevistas exhaustivas a Madeleine sobre cuestiones como la política, el sexo, dichoso Paul, ¿tanto te interesaba si a tu futura novia le gusta hacer tríos? Pero oye, solo por la forma en la que te llevas los cigarros a la boca quedas perdonado de semejante invasión a la intimidad de una mujer. Los diálogos sobre Bob Dylan entre Paul y su mejor amigo, grandes descubrimientos de todo aquello que llegaba de EEUU y escepticismo, ante todo. "Les enfants de Marx y de la Coca- Cola" y como dijo Godard en su momento, quien quiera que lo entienda. Película de estereotipos, las mujeres al consumismo y los hombres a la lucha obrera, las mujeres al pop y las modas estadounidenses, y los hombres a la política y el sexo. Masculin, féminin o socialisme, consumérisme. Obra maestra.



4. Nobody Walks. No sé como llegué a encontrar semejante maravilla pero supongo que en el caos siempre hay algo que llama la atención. No sé si fue por su portada o por el encanto que desprendía la actriz principal, Olivia Thirlby. Y aquí ya no hablamos de cine francés no, que por hoy ya hemos tenido suficiente. El morbo de las infidelidades, que como el padre nuestro lo conocen tanto Olivia como John Krasinsky en este film, interpretando a Martine y Peter, respectivamente. Martine es una artista que llega de los ángeles para acabar su interesante y experimental película sobre, atención, ¡bichos! y claro, ante los misterios de semejante peculiar muchacha cómo no se va a rendir Peter, que tiene una mujer mas estirada que la cara de Nicole Kidman. Ambos viven un romance oculto, ya sabéis, es una buena forma de aprovechar las paredes insonorizadas que utilizan para rodar la película, pero claro, la mujer no para de buscarle los tres pies al gato y hablando de bichos, la pobre tiene constantemente la mosca en la oreja. ¿Alguien capaz de adivinar quién ha escrito tal película? Pues claro, Lena Dunham. Eso si, con Russo-Young, que sino no sé como hubiese acabado la cosa, pero sí, sigue así Lena, que nos gusta mucho lo rarita que puedes llegar a ser a veces y tus excentridades son de lo más encantadoras.


 5. El secreto de sus ojos. Y ahora vamos con el cine argentino, aquí tenemos para todos los gustos. Mira que me costó convencer a mi madre de que Ricardo Darín es el George Clooney argentino, pero nada ella se negaba constantemente a sucumbir a los encantos de semejante hombre. Y tiene delito la cosa que como suelen decir ellas, pero si podría ser tu padre, ya mamá pero es que es ver esos ojos azules y no hay quien se resista. Benjamín Espósito (Ricardo) es oficial de un Juzgado de Instrucción de Buenos Aires y está a punto de retirarse, decide escribir una novela sobre un brutal asesinato cuya víctima fue una mujer a la cual amaba y claro, la cosa no iba a quedar ahí, nos sumergimos en un constante aluvión de flashbacks a través de los cuales Juán José Campanella nos va contando el pasado de los personajes, y el amor imposible entre Benjamín y su compañera de trabajo, sí, otro nuevo amor, si es que estos argentinos... Pero oye, cómo no nos vamos a rendir ante el encanto de la persecución de un amor durante toda una vida. Y si hay algo que nos gusta es las veces que repite la palabra "pelotudo", que ni Tarantino con su famoso "nigger". Gracias amiga cordobesa por la recomendación, te debo una.


6. Twin Peaks. Bueno por si alguno ya se estaba preguntando, oye Marta, aquí te has colao, Twin Peaks es una serie, no una película. Que ya, que no hacía falta, que quien dice cinéfilos, dice seriéfilos. Delirios de David Lynch, un genio en toda regla. Serie imprescindible para todos aquellos amantes de los 90. Laura Palmer es asesinada en un pequeño pueblo de montaña de 55000 habitantes en el estado de Washington. Pero no, este no es un pueblo normal, todos sus habitantes guardan secretos. Lynch crea personajes rocambolescos de tal forma que te hace sospechar de todos y cada uno de los personajes como autores del crimen. Una mujer tuerta obsesionada con que los rieles de sus persianas no hagan ruido, el agente Cooper del FBI que lleva la investigación del caso incapaz de ponerse a trabajar sin haber consumido su dosis de donuts diaria, enanos ventrílocuos y chulos de playa con Harleys que enamoran a todas las que se encuentran a su paso. Decorados, personajes elaborados, el manejo del color, el espectáculo, la teatralidad, los increíbles primeros planos, todo en esta serie es sublime. Y al final resulta que la investigación es un McGuffin, pues menuda gracia Lynch. Pero gracias, por ser el maestro del erotismo y a la vez de la tragedia, por hacernos disfrutar con cada 44 minutos de esta magnífica serie, por ser el precursor de los famosos Peggy Sues y las tartas de frutos rojos, por esa bonita Sherilyn Fenn interpretando a Audrey Horne, uno de los personajes más interesantes y sensuales, y también a Angelo Badalamenti, el compositor de la banda sonora.


https://www.youtube.com/watch?v=gAcrXtMltOs  (Audrey Horne's dancing)


 Y como dice el agente Cooper, haced de vuestra sonrisa un paraguas y dejad que llueva. Good night :_)